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« Jue Jun 05, 2014 2:13 pm »
Hace tiempo ya que escribí esto... Debe ser de allá por el 2010 XD Pero reconozco que le tengo cierto cariño. Lo escribí para un blog el día de la Tierra xP
Espero que os guste ^^
Es el ciclo natural de las cosas. El ciclo de la vida y el de una pequeña hoja, que aún siendo joven y verde se soltó del arbol en el que vivía para así poder observar el mundo que había más allá del hermoso parque en el que había nacido.
Un parque lleno de verde, con niños jugando y mayores paseando por todo el lugar. Los animales corrían libres y felices mientras que la pequeña hoja soñaba con ver si el mundo era realmente tan hermoso como aquel lugar donde todo cambiaba de color con las horas que marcaba el brillante sol en el cielo y la luna por las noches.
El día que se soltó del árbol ayudada por el viento viajó por lo que los humanos conocían como ciudad. Nada mas atravesar unas cuantas plazas comenzo a sentirse mal. Habia extraños aparatos que recorrían las calles dejando tras de sí un humo que hacía toser a niños y mayores que paseaban por la calle. La gente de aquí no reía ni se divertía. Todos se gritaban y cada uno iba inmerso en sus cosas, sin pararse a mirar si quiera a un pobre animal atropellado en medio de la carretera.
Realmente triste, aquella hoja le pidió al viento que la alejara de aquel lugar, que la llevara hasta las montañas, donde hay verde y mas de sus hermanas.
El viaje fue largo hacia el monte más cercano, la pequeña hoja quiso disfrutar del aire puro que debía existir en un lugar como aquel pero nada más hacerlo un olor asfixiante la inundó y horrorizada vió a sus hermanas gritando de dolor ante las llamas que las quemaban y consumían casi al instante. Todo aquel hermoso paraje estaba incendiado y era presa del ardiente fuego que arrasaba con lo que se encontraba dejando a su paso tan solo cenizas y polvo.
La pequeña hoja sentía una enorme angustia pues no parecía que nadie más pudiera escuchar a sus hermanas llorar y gritar rogando que las salvaran. Solo un puñado de personas llamaron la atención de la joven hoja viajera y eran unos hombres con unas ropas extrañas que parecían hacer lo posible por calmar el dolor de la montaña pues estaban dispuestos a sacrificarse por salvar a los animales luchando contra el fuego con enormes maquinas que expulsaban enormes chorros de lluvia.
La hoja rezó por que pudieran rescatar a todas sus hermanas que aun quedaban con vida y le pidió al viento que ahora le llevara a ver a sus parientes de la selva. Sabía que sus hermanas de aquellos lugares recibían mucha más cantidad de agua y que posiblemente la triplicarían en tamaño pero le hacía ilusión verlas grandes y brillantes.
La terrible sorpresa que le esperaba en aquel lugar no fue otro si no que ver como horribles y enormes maquinas manejadas por unos extraños hombres tiraban los árboles abajo y deshacían todo el terreno. La selva entera gritaba, los animales que no morían a manos de los hombres avariciosos escapaban aterrados por aquella maquinaria imposible de destruir.
La hoja no soportaría aquello mucho tiempo más, pues en aquel lugar no había nadie que pudiera ayudar a sus parientes de la selva. Algunos gritos de protesta se escuchaban a lo lejos, pero nadie se atrevía a plantarles cara a aquellos hombres que, ignorando todo aquello, destruían sin impunidad alguna todo el hermoso verde de aquel lugar.
Sin poder quedarse para ver el desenlace de aquella situacion rogó por marcharse de allí y el viento compasivo de la hoja y no deseandole más terribles visiones de sus hermanas volvió a llevarle a su pequeño y hermoso parque donde había nacido ignorante de todo aquello.
Había pasado mucho tiempo ya desde que la hoja partiera en su viaje por el mundo viendo a sus hermanas y había tenido suficiente. Cayó al suelo de aquel parque, junto a las raíces del árbol que le había dado la vida y su superficie ya denotaba un color castaño. Su fin estaba próximo pero no era capaz de perdonar todo el horror que había visto.
Contaminación y gente ignorante de los problemas que había a su alrededor, las incesantes llamas que arrasaban con todo a su paso y los malvados hombres que por pura ambición estaban destruyendo las selvas más hermosas del planeta. Un planeta verde y azul que se estaba devastando. El verde estaba desapareciendo y si las cosas seguían así todo lo bueno, hermoso y verde del mundo se acabaría.
Pero tampoco quería olvidarse de aquellos hombres buenos y gentiles que hacían todo lo que tenían en sus manos para evitar tales desastres. Los hombres que lanzaban la lluvia con unos enormes tubos. A ellos les estaba agradecida de que cuidaran de sus hermanas de que no les pasara nada.
Estaba casi al final de sus fuerzas, pero antes de morir y sobre la corteza de la tierra hizo un ruego. Un ruego que le mandó a la Tierra, a sus profundidades para que no dejara pasar todo aquel mal. Aquella pequeña hoja había oído el llanto de la Tierra ante el dolor que le provocaban sus habitantes y le pidió que no se rindiera. Una madre no debe dejarse matar.
“Por favor... Madre Tierra escucha mi ruego. Los animales sufren, tú sufres. Sufres por que tus hijos te hacen daño, y no te gusta ver como se pierden. Destruyen tu belleza y tu hermosa varierdad, buscan convertirte en un desierto. No debes permitirlo, por favor Madre Tierra avísales, para que así estén a tiempo de cambiar y mejorar. Para que se junten y se unan en tu favor. Que abran los ojos y vean que sin tí, hermosa madre, no podrán vivir.”
FIN
Espero que os guste ^^
PUNTOS DE VISTA
Es el ciclo natural de las cosas. El ciclo de la vida y el de una pequeña hoja, que aún siendo joven y verde se soltó del arbol en el que vivía para así poder observar el mundo que había más allá del hermoso parque en el que había nacido.
Un parque lleno de verde, con niños jugando y mayores paseando por todo el lugar. Los animales corrían libres y felices mientras que la pequeña hoja soñaba con ver si el mundo era realmente tan hermoso como aquel lugar donde todo cambiaba de color con las horas que marcaba el brillante sol en el cielo y la luna por las noches.
El día que se soltó del árbol ayudada por el viento viajó por lo que los humanos conocían como ciudad. Nada mas atravesar unas cuantas plazas comenzo a sentirse mal. Habia extraños aparatos que recorrían las calles dejando tras de sí un humo que hacía toser a niños y mayores que paseaban por la calle. La gente de aquí no reía ni se divertía. Todos se gritaban y cada uno iba inmerso en sus cosas, sin pararse a mirar si quiera a un pobre animal atropellado en medio de la carretera.
Realmente triste, aquella hoja le pidió al viento que la alejara de aquel lugar, que la llevara hasta las montañas, donde hay verde y mas de sus hermanas.
El viaje fue largo hacia el monte más cercano, la pequeña hoja quiso disfrutar del aire puro que debía existir en un lugar como aquel pero nada más hacerlo un olor asfixiante la inundó y horrorizada vió a sus hermanas gritando de dolor ante las llamas que las quemaban y consumían casi al instante. Todo aquel hermoso paraje estaba incendiado y era presa del ardiente fuego que arrasaba con lo que se encontraba dejando a su paso tan solo cenizas y polvo.
La pequeña hoja sentía una enorme angustia pues no parecía que nadie más pudiera escuchar a sus hermanas llorar y gritar rogando que las salvaran. Solo un puñado de personas llamaron la atención de la joven hoja viajera y eran unos hombres con unas ropas extrañas que parecían hacer lo posible por calmar el dolor de la montaña pues estaban dispuestos a sacrificarse por salvar a los animales luchando contra el fuego con enormes maquinas que expulsaban enormes chorros de lluvia.
La hoja rezó por que pudieran rescatar a todas sus hermanas que aun quedaban con vida y le pidió al viento que ahora le llevara a ver a sus parientes de la selva. Sabía que sus hermanas de aquellos lugares recibían mucha más cantidad de agua y que posiblemente la triplicarían en tamaño pero le hacía ilusión verlas grandes y brillantes.
La terrible sorpresa que le esperaba en aquel lugar no fue otro si no que ver como horribles y enormes maquinas manejadas por unos extraños hombres tiraban los árboles abajo y deshacían todo el terreno. La selva entera gritaba, los animales que no morían a manos de los hombres avariciosos escapaban aterrados por aquella maquinaria imposible de destruir.
La hoja no soportaría aquello mucho tiempo más, pues en aquel lugar no había nadie que pudiera ayudar a sus parientes de la selva. Algunos gritos de protesta se escuchaban a lo lejos, pero nadie se atrevía a plantarles cara a aquellos hombres que, ignorando todo aquello, destruían sin impunidad alguna todo el hermoso verde de aquel lugar.
Sin poder quedarse para ver el desenlace de aquella situacion rogó por marcharse de allí y el viento compasivo de la hoja y no deseandole más terribles visiones de sus hermanas volvió a llevarle a su pequeño y hermoso parque donde había nacido ignorante de todo aquello.
Había pasado mucho tiempo ya desde que la hoja partiera en su viaje por el mundo viendo a sus hermanas y había tenido suficiente. Cayó al suelo de aquel parque, junto a las raíces del árbol que le había dado la vida y su superficie ya denotaba un color castaño. Su fin estaba próximo pero no era capaz de perdonar todo el horror que había visto.
Contaminación y gente ignorante de los problemas que había a su alrededor, las incesantes llamas que arrasaban con todo a su paso y los malvados hombres que por pura ambición estaban destruyendo las selvas más hermosas del planeta. Un planeta verde y azul que se estaba devastando. El verde estaba desapareciendo y si las cosas seguían así todo lo bueno, hermoso y verde del mundo se acabaría.
Pero tampoco quería olvidarse de aquellos hombres buenos y gentiles que hacían todo lo que tenían en sus manos para evitar tales desastres. Los hombres que lanzaban la lluvia con unos enormes tubos. A ellos les estaba agradecida de que cuidaran de sus hermanas de que no les pasara nada.
Estaba casi al final de sus fuerzas, pero antes de morir y sobre la corteza de la tierra hizo un ruego. Un ruego que le mandó a la Tierra, a sus profundidades para que no dejara pasar todo aquel mal. Aquella pequeña hoja había oído el llanto de la Tierra ante el dolor que le provocaban sus habitantes y le pidió que no se rindiera. Una madre no debe dejarse matar.
“Por favor... Madre Tierra escucha mi ruego. Los animales sufren, tú sufres. Sufres por que tus hijos te hacen daño, y no te gusta ver como se pierden. Destruyen tu belleza y tu hermosa varierdad, buscan convertirte en un desierto. No debes permitirlo, por favor Madre Tierra avísales, para que así estén a tiempo de cambiar y mejorar. Para que se junten y se unan en tu favor. Que abran los ojos y vean que sin tí, hermosa madre, no podrán vivir.”
FIN